La sociedad digital requiere unos nuevos planteamientos y flujos de trabajo, con independencia del sector de actividad de las corporaciones. Surge una necesidad de diferenciarse de la competencia mediante la generación de valor para el cliente. Esto significa que los servicios se convierten en el centro de los negocios, pero de forma que los clientes consigan (y además demandan) una mayor flexibilidad, las distancias y las diferencias horarias dejan de ser relevantes porque la información estará presente allí dónde la actividad lo requiera.
Ante estas nuevas realidades surgen nuevas reglas en los negocios basadas en la tecnología, la comunicación y el conocimiento, fundamentadas en que la forma de representar, acceder y compartir el conocimiento en el siglo XXI es radicalmente diferente, con una tendencia a la transmisión del pensamiento inmediato y en forma de píldoras breves y significativas.
Obviamente la evolución de la tecnología provoca cambios en las organizaciones, en los puestos de trabajo, en los roles desempeñados por las personas y en las competencias que estas requieren para desempeñarlos. Este cambio hay que gestionarlo, y surgen altos riesgos de rechazo a los cambios, tanto desde los niveles de organización como desde los individuales.
En un proceso de gestión del cambio va a ser determinante el liderazgo ejercido por la parte alta de la pirámide de la organización, pero no es ajeno a la resistencia o apoyo que puedan ejercer el resto de las personas ubicadas en las diferentes zonas de la pirámide organizacional.
Las actitudes que se pueden encontrar con referencia a la gestión del cambio se pueden resumir en las siguientes:
- Oposición frontal al cambio.
- Pasividad en el proceso de cambio.
- Aceptación y adaptación a los cambios.
- Liderazgo ante el proceso de cambio.